El Ascensor / Rem Koolhaas


Entre las piezas expuestas en la esfera hay un invento que, por encima de todos los demás, cambiará la faz de Manhattan -y, en menor medida, del mundo- : el ascensor.
Este se presenta al público como un espectáculo teatral. Elisha Otis, el inventor, se sube a una plataforma que se eleva, lo cual parecía ser la parte principal de la exhibición. Pero una vez que esa plataforma ha llegado al punto más alto, un ayudante le ofrece a Otis un puñal en un cojín de terciopelo.
El inventor agarra el cuchillo y aparentemente se dispone a lanzarse sobre el elemento crucial de su propio invento: el cable que ha izado la plataforma hasta lo alto y que ahora impide que caiga. Otis corta el cable; y se rompe. No ocurre nada, ni a la plataforma ni al inventor. Unos pestillos invisibles -la esencia del ingenio de Otis- impiden que la plataforma retorne a la superficie de la tierra.
De este modo, Otis introduce un invento en la teatralidad urbana: el anticlímax como desenlace, el no acontecimiento como triunfo.
Al igual que el ascensor, cada invento tecnológico está preñado de una imágen doble: incluido en su éxito está el espectro de su posible fracaso. Los medios de conjurar ese desastre fantasma son casi tan importantes como el propio invento original. Otis ha introducido un tema que será un Leitmotiv del futuro desarrollo de la isla: Manhattan es una acumulación de posibles desastres que nunca ocurren.

[texto. Rem Koolhaas en Delirious New York] [imagen. de New York Public Library] [sitio. Otis Timeline] [sitio. The Office for Metropolitan Architecture - OMA]