La utopía es necesaria como motor ilusionado del progreso, el único motor intelectualmente posible, tal vez. Pero la utopía es siempre una proyección de futuro, no una nostálgica evocación del pasado. Por eso, las utopías ecologistas deben ser imaginativas y progresistas, no retrógradas y decadentes. El problema conceptual del ecologismo no surge de cuanto pueda tener de visionario, sino de cuanto por desgracia tiene de ya visionado. Nos sobra fantasía y nos falta imaginación. Fantasía de diorama pesebrístico, entrañable pero improyectable hacia el futuro, imaginación de proyectista, entrañabiliad para usuarios del mañana.
[texto. Ramón Folch, en Que lo hermoso sea poderoso] [sitio. Estudio Ramón Folch]