Nueva economía y política urbana / Manuel Castells

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Quiero agradecer sinceramente al Ayuntamiento de Sabadell que me dé la oportunidad de estar aquí, con ustedes, esta noche. Como decía Carles, es una ciudad con la que tengo una vieja relación histórica y cuyo progreso a lo largo de los años he ido siguiendo. Un progreso hecho de esfuerzo humano, de luchas, de sueños, de proyectos... y ahora se ve una ciudad distinta a la que yo había conocido. Ahora veo una ciudad que se está proyectando hacia un futuro, un futuro hecho a partir de la gente de aquí, situándose en la nueva economía global y de la información, pero siempre a partir de las raíces y los proyectos y la participación ciudadana. Éste es para mí el mayor estímulo. Veo que los esfuerzos que hemos hecho muchas personas para mejorar la vida están dando algunos resultados. Aunque muchas veces se tengan decepciones, algunas cosas sí que cambian y Sabadell es una buena prueba de ello.

En esta conferencia y en el diálogo que puede seguir después yo quisiera tratar un tema que me parece bastante central en nuestro mundo. Y a la vez, tratarlo en términos analíticos pero situándonos en la coyuntura actual. El tema es la relación entre nueva economía y política urbana, como una relación complementaria, en el sentido de que la nueva economía, facilitada por una infraestructura productiva de nuevo tipo localizada en ciertos territorios, proporciona recursos materiales y económicos para una nueva política de calidad de vida. Y esta política de calidad de vida urbana se convierte en un factor esencial para el desarrollo de la productividad sobre el que se basa la nueva economía. Por tanto, es una relación sinérgica, como decimos ahora. En los dos sentidos.
Ahora bien, ésta, digamos, es la conclusión de la conferencia, por si alguien tiene prisa. Pero, fundamentalmente, lo que hay que preparar aquí es en qué medida este tema y esta conferencia, acordada desde hace muchos meses, ha pasado de moda, si es aún actual o no. Es decir, en qué medida existe todavía la nueva economía. Después del 11 de septiembre han cambiado muchas cosas en el mundo y tenemos que preguntarnos si todavía tiene sentido plantearse la relación entre calidad de vida y política urbana, nueva economía, productividad, tecnología, etc. En un momento en que el mundo vuelve a los viejos demonios de la seguridad, la violencia o la guerra.
Yo creo que sí y creo que más que nunca. En momentos de crisis, en momentos duros, es cuando hay que tener una cierta frialdad analítica y tener instrumentos a través de los cuales sepamos dónde estamos. Y a partir de ese “dónde estamos”, la gente y las instituciones que representan a la gente misma pueden tomar sus decisiones con respecto a qué hacer. Yo voy a intentar contribuir modestamente a esta distancia analítica mirando en qué estamos en la nueva economía y cómo se relaciona, de alguna forma, con la política urbana que se practica desde muchas instancias políticas y sociales, entre ellas los ayuntamientos.

Crisis incipiente

En primer lugar, trataré de ver qué es la nueva economía; después analizaré la crisis de la nueva economía y, finalmente, me referiré a la profundización de esta crisis por los acontecimientos de tipo geopolítico que acaban de suceder. Aquí tomaré el análisis al hilo de la política urbana: en qué la política urbana ha sido y es importante para la nueva economía. Y terminaré con unas reflexiones sobre cómo esa relación política urbana-nueva economía se modifica en términos de la crisis que estamos viviendo en estos momentos, que no ha hecho mas que empezar. Y qué puede ser, cómo se puede pensar una política urbana en situación de crisis, que es nuestra situación actual.
Bien, reconocen mis viejos reflejos de profesor. Este es el programa de la conferencia. Lo peor es que lo suelo cumplir. Es decir, vamos a por estos cinco puntos, no voy a olvidar ninguno.
En primer lugar, la nueva economía no es la economía de las .com. No lo es y nunca lo fue. La gente seria nunca dijimos que esa fuera la nueva economía. Y no es una fantasía de un tipo de economía que algunos soñaban y sostenían, en que ya no hay ciclos económicos, en que siempre se sube y nunca se baja, en que sólo aumenta el valor de las empresas y se acaban las crisis. Nunca ha sido eso porque nunca ninguna economía es eso. Al menos, y de momento, ninguna economía conocida, y no sé si algún día alguien inventará otra cosa, pero, desde luego, ninguna economía y menos una economía de mercado. Las economías planificadas tuvieron otras crisis todavía más catastróficas.
La nueva economía es, ni más ni menos, una economía que desarrolla extraordinariamente el crecimiento de la productividad económica y de la capacidad competitiva de las distintas unidades de la economía: empresas, agentes económicos, países o regiones. Ese incremento de productividad y de competitividad con respecto a parámetros históricos anteriores se desarrolla sobre la base de un nuevo modelo productivo. En ese sentido, la nueva economía es, ni más ni menos, que la economía informacional, el nuevo tipo de economía, un nuevo modelo productivo que se basa en la utilización de nuevas y poderosas tecnologías de información y, sobre todo, tecnologías basadas en la comunicación entre redes de ordenadores, incluyendo Internet. De la misma manera que la economía industrial se desarrolló en un crecimiento de la productividad basado en la electricidad y el motor eléctrico como forma de generación y distribución de energía.
Esta economía, por tanto, se basa en tres grandes transformaciones que están ligadas y articuladas entre sí: la primera es que la productividad y la competitividad están basadas, sobre todo, en la capacidad de generación y procesamiento de información y en la transformación de esa información en conocimiento, y en conocimiento adecuado a las tareas que son necesarias para la economía. Por tanto, insisto, productividad y competitividad en situación de dependencia respecto de información y conocimiento. Pero esa información y ese conocimiento surgen como resultado de la innovación.

Empresa red

En segundo lugar, la nueva economía está fundada en una transformación organizativa de las empresas. Es equivalente a lo que en la revolución industrial fue la transformación de las empresas de pequeñas unidades artesanales en la gran fábrica y la gran corporación económica. La transformación actual es distinta, es la transformación de la empresa en términos de la empresa red. La empresa red quiere decir empresas internamente organizadas entre sus distintas unidades; ligadas en red a sus mercados y a sus consumidores, y ligadas en red a sus proveedores. Al mismo tiempo, en una red de estrategias, de colaboraciones y alianzas con distintas empresas, para distintos objetivos en el ámbito mundial.
Esa empresa en red es, hoy en día, de tal complejidad, que sólo puede funcionar gracias a las nuevas tecnologías basadas en Internet. Es decir, Internet es la base material en la que puede funcionar la empresa en red. Ahora bien, Internet, sin la transformación organizativa de una empresa flexible en redes de todo tipo, no sirve para nada a las empresas. En las primeras investigaciones que estuve haciendo en Catalunya, observé en muchos casos que muchas empresas catalanas usan Internet como un “gadget”, un objeto de lujo. Se pone un “webside” y no se utiliza. Sólo se utiliza para decir que están en Internet, pero no hacen nada con Internet. Y más aún, se ha probado que cuando hay empresas organizadas todavía rígidamente, verticalmente, burocráticamente y se les introduce Internet y tecnología de la información se vuelven menos productivas. Cuando a una burocracia se le añaden ordenadores es mucho más burocrática. Por consiguiente, la transformación simultánea es la transformación de la organización y la gestión empresarial junto con la transformación tecnológica que permite realizar esa transformación empresarial. Estos elementos tienen que ir juntos y, obviamente, esto implica recursos humanos y la capacidad de funcionar en ese nuevo sistema, desde el gerente hasta los trabajadores.
Aquellas empresas que consiguen esta transformación dan un salto extraordinario de productividad y competitividad. Las que no, al contrario, se van quedando fuera de juego, como ocurrió en la revolución industrial entre aquellas empresas que entraban en la nueva tecnología y la nueva organización y aquellas empresas que seguían siendo artesanales. Uno de mis ejemplos clásicos en este tema es la empresa Zara, y lo utilizo porque es de un sector que no tiene nada que ver con Internet. Esta empresa de confección y diseño, de una familia tradicional gallega, se ha convertido en una empresa puntera a nivel mundial y es la tercera en su ramo. Ha superado a Benetton hace tiempo y compite ahora con Gabb directamente gracias a la utilización masiva de nueva producción informatizada: diseño y corte por láser, relación a través de Internet entre sus 1.900 tiendas en todo el mundo con transmisión constante de datos y un tiempo de entre dos y tres semanas para pasar de diseño a producción en cualquier parte del planeta.

Con, en y desde Internet

Este tipo de transformaciones, repercutidas en toda una serie de factores, es realmente la nueva economía. La nueva economía no es la economía de las empresas que producen o venden por Internet, es la economía de las empresas que funcionan con, en y desde Internet. Esa economía no ha hecho mas que empezar, en lugar de haberse terminado.
El tercer rasgo de la nueva economía es la globalidad. Es una economía articulada globalmente en términos de sus mercados, sus insumos y su relación tecnológica. Es decir, es una economía que funciona globalmente. Claro que todas las empresas no están en la economía global, claro que la inmensa mayoría de la fuerza de trabajo no es global. En realidad se calcula que entre un 85% y un 90% de la fuerza de trabajo es no sólo regional, sino local, no es global. Lo que ocurre es que es el núcleo global, es el núcleo de empresas articuladas globalmente, el que produce más o menos el 35% del producto bruto de todo el planeta y dos tercios del comercio internacional. Es decir, de ese núcleo es de donde sale el valor del cual se alimenta, por capas superpuestas, el resto de la economía. Es decir, la capacidad de inserción en ese núcleo de economía globalizada es la fuente de la riqueza para aquellos sectores no globalizados.
Por consiguiente, la nueva economía es la que se basa en formación y conocimiento para la productividad; en el desarrollo de las redes articuladas tecnológicamente como forma de gestión y de producción empresarial, y que se desarrolla globalmente en el conjunto del planeta. Todo ello no sería posible sin las nuevas tecnologías de información. Estas nuevas tecnologías de información y comunicación no son la causa de esta transformación, pero son el instrumento indispensable sin el cual esta transformación no se hubiera producido.
Uno de los dos elementos esenciales en este aumento de productividad y que determinan la nueva economía es la innovación. La innovación es la base de la productividad. Y esta innovación depende de la capacidad en recursos humanos. La innovación no es tener ordenadores, es saber qué hacer con los ordenadores. Depende, en términos empíricos, de dos factores: por un lado de la capacidad de las universidades de proporcionar esos recursos humanos o de la capacidad de las sociedades de incorporar innovadores, empresarios y tecnólogos avanzados de la inmigración. Si la universidad no es capaz de producir lo que le hace falta, se adquiere a través de la inmigración. En Estados Unidos han funcionado las dos cosas, pero yo diría que lo que más ha funcionado en la década de 1990 es la inmigración. La nueva economía americana se ha desarrollado sobre la base de importar anualmente 200.000 ingenieros, técnicos y científicos de alta cualificación de China, India, Brasil, Israel... de cualquier parte del mundo. En la medida en que se agota el capital humano que pueden producir las universidades, se absorbe de otras partes del mundo. La innovación, que es la base de la productividad, depende de la capacidad de recursos humanos, que depende de universidades y de inmigración.
Por otro lado, esa innovación depende también de la existencia de una cultura empresarial, de instituciones abiertas a la innovación y de financiación de esa innovación a través de un sistema ágil de capital riesgo y un sistema flexible de mercado de capitales.
Entonces, esta nueva economía depende de estos dos elementos esenciales: el primero, la innovación, cuyas bases son las que acabo de señalar; el segundo elemento esencial que define la dinámica de la nueva economía es que los resultados empresariales dependen, sobre todo, de la valoración de lo que hacen las empresas en mercados financieros globalmente interdependientes conectados por circuitos electrónicos informáticos.

Dinero bajo el colchón

Es allí donde se decide en último término el valor de cada empresa. Es allí donde va a parar todo nuestro dinero, el suyo y el mío. Aunque lo pongamos en nuestra Caixa pequeñita, La Caixa lo pone en otras cosas. A menos que lo tengan en los calcetines o debajo del colchón, nuestro dinero está en esos mercados financieros. Por cierto, cuando lo ponen debajo del colchón, también. Y si no que se lo pregunten a los rusos, que pusieron sus rublos debajo del colchón y cuando llegó la devaluación respecto al dólar perdieron los ahorros de toda su vida, lo que ocurrió dos veces en la década de 1990.
Incluso la valoración de las monedas depende de su valoración en los mercados financieros, en los que se cambian 2,2 billones de dólares diarios. Es decir, un poco menos de tres veces el producto nacional de España. Como los valores financieros dependen de eso, ni siquiera queda el recurso de ponerlos debajo del colchón. Hay que hacer algo con ese dinero, y últimamente ese algo siempre acaba yendo al mercado financiero. Eso quiere decir que en la nueva economía, la integración electrónica de mercados financieros hace que la valoración de empresas se haga, en último término, siempre en esos mercados financieros. Y se hace en términos económicos, pero también en términos de muchos otros factores que son repercutidos, en términos financieros, a través de conexiones electrónicas, en lo que yo llamo las turbulencias de información. Estas turbulencias, según muchos reconocen hoy en día, son tan importantes como los criterios económicos tradicionales a la hora de determinar el valor de las empresas.
¿Qué son estas turbulencias de información? Quiere decir que cualquier hecho psicológico o político que se produzca en el mundo afecta directamente al mercado. Y que cualquier hecho que se produzca en cualquier país a través de la conexión global de los mercados financieros afecta a lo que ocurre en muchos otros países en grados diferentes, según la importancia del país o según la importancia del hecho. Pero quiere decir, por ejemplo, que si las empresas despiden trabajadores, en los términos tradicionales, su valor en la bolsa sube. ¿Por qué? Porque si despide se supone no que la empresa va mal, sino que va a gastar menos en fuerza de trabajo y más en tecnología. Por tanto, la productividad aritmética, distinta a la productividad real, de la empresa va a subir, y esto valoriza la empresa. Como valoriza la empresa ya nunca sabemos si es verdad o no es verdad, porque se verifica la misma hipótesis de que la empresa se va a valorizar.

Caída positiva

Muchas empresas de gran productividad caen en los mercados de valores en el final del trimestre. ¿Por qué? A veces porque van mal, y a veces porque van menos bien de lo que los mercados pensaban que iban a ir. Por primera vez en diez años la economía americana cae en el último trimestre, pierde un 0,4% de su producto interior bruto. O sea, el crecimiento es negativo. ¿Cuál es la reacción del mercado? Podría ser que cayera, pero no es así. Sube esta vez. Porque se pensaba que la caída iba a ser de un 1%. Y ¿por qué se pensaba que iba a ser de un 1%? ¿No hay un modelo matemático infalible que lo diga? Porque en el consenso de las turbulencias de información de quien hace y quien no hace se había creado el consenso general, de alguna manera, de que iba a ser de un 1%. Por eso, al ser 0,4% la noticia es positiva.
Yo tengo una estudiante de Berkeley que está terminando su tesis doctoral en antropología sobre una idea genial: analizar la globalización y los mercados financieros no como hacen los analistas, con los grandes modelos de predicción que nunca aciertan, sino yéndose a trabajar como corredora de bolsa a la Bolsa de Chicago y a la de Londres y realmente negociando efectos financieros. Sobre todo en un mercado que detectamos como esencial para la volatilidad, que es el mercado de derivados financieros. La chica tuvo su mérito, porque tuvo que aprender a hacer derivados financieros, pero también aprendió a ser corredora de bolsa en un año, mientras que tardará seis años en ser doctora en antropología. Las dificultades son relativas en este mundo.
Trabajó seis meses en cada una de las bolsas, y su tesis es fascinante. Lo que cuenta realmente es cómo miles de millones de dólares se juegan en segundos. ¿Y ustedes creen que tienen tiempo de mirar los modelos matemáticos de sus ordenadores? ¡Ni hablar! Porque en el tiempo que miran los modelos matemáticos el mercado ha cambiado y ya no les sirven estos modelos. Entonces, tienen mucha información delante de las pantallas, pero tienen que procesarla a alta velocidad durante todo el día, y decidir, como lo hacen muchos jefes de empresa, por lo que pasa en ese momento, por instinto. O sea, algo tan científico como el instinto o la intuición pasa a definir grandes movimientos de miles de millones de capitales.
¿Y qué ocurre? Que los grandes inversores institucionales, las grandes compañías de seguros, sus fondos de pensiones y los míos, están volando por allí, no crean que están en una cajita bien concentrados. En esos grandes fondos de inversiones también se decide así. Una decisión de un fondo de pensiones tomada sobre la marcha con un gran nivel de subjetividad en este margen cambia la tendencia del mercado. Y como cambia la tendencia del mercado, afecta lo que eran los criterios u objetivos económicos, y si esto lo multiplicamos por cien resulta que el mercado es constantemente redefinido por estas estrategias que se van corrigiendo las unas a las otras sin un modelo matemático capaz de corregir y reflejar esta complejidad.

La percepción es la realidad

Científicamente hablando, lo que estoy diciendo es que lo que dicen Paul Walker o Alan Greenspan, los presidentes del Banco Central de Estados Unidos: que en este momento no sólo la percepción es importante en los mercados financieros, sino que la percepción es la realidad. Es una cita textual. Esto tiene mucho que ver con el tema del que vamos a hablar ahora: el de la crisis de la nueva economía. Un rasgo fundamental de la nueva economía es que en la medida en que los mercados financieros son dependientes globalmente, en la medida en que están ligados en tiempo simultáneo por circuitos electrónicos de redes de ordenadores -como Internet, pero no lo es porque los protocolos por los que funciona son distintos-, un rasgo permanente de la nueva economía en nuestra economía es la volatilidad sistémica de los valores financieros.
Volatilidad contra la que no hay remedio y en la que tenemos que instalarnos y gestionar. Es decir, ocurren las dos cosas: por un lado, innovación, productividad y competitividad; por otro lado, volatilidad financiera y dominio de los criterios de valoración de lo que hacen las empresas en base a esa volatilidad financiera. Es decir, las empresas tienen que aprender a vivir peligrosamente.
Esta economía tan extraordinariamente dinámica, productiva y creativa, aun dentro de la inestabilidad y aun dentro de las grandes desigualdades que ha generado a nivel mundial, entra en crisis. ¿Cómo se ha producido esta crisis? Primero es una crisis relativa hasta el 11 de septiembre. Luego hablaré de las consecuencias de esa fecha. Es una crisis relativa en el sentido de que todo el mundo lleva meses hablando de recesión y hasta ahora no ha habido recesión en ningún país. Lo que ha habido es que en lugar de crecer el cinco, cuatro, tres o 2% hemos empezado a crecer entre el uno y el 2%. Pero se crecía, hasta el último trimestre.
De todas maneras, ha habido un cambio radical de tendencia de dos tipos. Por un lado, un cambio en términos de la tasa de crecimiento y su causa, que ha sido una caída substancial de los valores financieros de la mayoría de las empresas, y sobre todo de las tecnológicas. Caída también relativa en términos históricos, porque si ustedes compraron su fondo de inversión en 1995 todavía están ganando dinero, por término medio. Ahora bien, si lo compraron en 1999 están perdiendo dinero. Es decir, caída con respecto a los altos niveles que se habían alcanzado. ¿Por qué y cómo? No daré todos los detalles, sino lo esencial que he podido investigar y que está en mi último libro, que se llama “La galaxia Internet”.

Fantasías empresariales

Por un lado, hay una crisis de las empresas .com, muchas de las cuales parecían increíbles proyectos empresariales cuando en realidad eran fantasías empresariales. La idea de que uno se iba a hacer multimillonario para siempre vendiendo por Internet tratamientos homeopáticos para perros es una idea muy interesante; a mucha gente le sirvió para hacer dinero, le subió el valor de la compañía y la vendieron inmediatamente e invirtieron en otra cosa. Esta gente ha hecho mucho dinero. Pero digamos que, por término medio, muchos de los grandes proyectos creativos que son muy interesantes y divertidos de las .com cayeron. Es lógico que cayeran en un mercado más duro.
Además, esta crisis de las .com fue amplificada por los comentarios negativos de dos tipos de personas. En primer lugar, los economistas académicos convencionales, que siempre odiaron la nueva economía, porque no la entendían y que siempre intentaron decir que al final esto caería. Tardó siete u ocho años, pero en la primera bajada de ciclo dijeron que la nueva economía ya no existía, cosa que ya veremos. Aunque probablemente nunca sabremos el fin de la historia, porque en medio llegó otra historia que lo complicó todo mucho más. En cualquier caso, había una oposición sistemática de los economistas académicos convencionales y de las grandes empresas de los sectores tradicionales, que realmente estaban asustadas por este nuevo grupo de empresarios absolutamente irreverentes que les estaban comiendo terreno y arrinconándoles. Se alegraron mucho. Yo conozco algunas que perdieron millones y millones de dólares y se alegraron, de todas maneras. La satisfacción personal de ver hundirse a todos aquellos niñatos irreverentes valía esos cuantos millones de dólares.
Junto a eso, lo que me importa señalar es que la crisis de las .com llevó a una crisis de confianza en la inversión en el sector tecnológico que produjo la caída de la cotización de valores de las empresas altamente productivas, magníficamente organizadas, con productos de gran calidad y altamente rentables. Todas las grandes tecnológicas -Cisco Sistems, Nokia, Siemens, Alcatel, etc-, eran y siguen siendo empresas que funcionan y obtienen beneficios. Sin embargo, fueron tremendamente castigadas por el mercado de valores. Y como fueron castigadas por el mercado de valores, hubo una retirada de la inversión y con ella sí que se produjo una crisis real dentro de las empresas, aunque no de todas. Por ejemplo, Nokia ha salido bastante bien parada, pero otras, como Ericsson, para hablar del mismo mercado, han sido fuertemente dañadas.
A esta reacción, en gran parte subjetiva, de los mercados, se añade también la caída de la tasa de crecimiento de los mercados electrónicos por tres razones. Las tres tienen alguna importancia en términos de lo que vamos a hablar después. ¿Se acuerdan del llamado efecto 2000, en que todos los ordenadores y el mundo se iba a parar el 1 de enero de 2000? Obviamente no pasó nada, pero miren por donde sí que ha pasado algo. Aquella especie de gran historia que montaron las empresas de software para ganar mucho dinero sobre la nada, porque era una rectificación elemental que había que hacer, produjo que todas aquellas empresas que se convencieron de cambiar su sistema informático en el año 1999 avanzaran lo que hubieran hecho en 2000 o 2001. Ahí sí que el efecto 2000 produjo un efecto perverso negativo, porque la tasa de proyección de los mercados cambió totalmente, porque lo que se tenía que hacer en 2000 o 2001 se hizo en 1999. Por lo tanto, en 2000 cayó. El único efecto catastrófico del efecto 2000 fue habérselo creído.
Segundo, la saturación relativa con respecto al crecimiento de la productividad en mercados existentes. Es decir, en términos económicos, el problema no es que se produzca mucho, sino que se aumente mucho la capacidad productiva, la productividad, en relación con el aumento de mercados. No es que los mercados disminuyan, es que los mercados no aumentan con la misma rapidez que crece la productividad. Toda gran revolución productiva implica que junto al desarrollo de la productividad tiene que haber un desarrollo paralelo de mercados, que crezcan al mismo tiempo.

Saturación de mercados

¿Qué ocurre? Que los mercados se saturaron a dos niveles. Primero, en términos de que dos tercios del planeta siguen sin entrar en esta nueva economía. Miles de millones de personas que podrían ser incorporadas a este mercado y como fuerza de trabajo productiva siguen excluidos. Por consiguiente, esta extraordinaria capacidad productiva se concentra entre un 25 y 30% del planeta, como máximo, en términos de población. Segundo, los usos y servicios de esta revolución tecnológica no se desarrollan por igual, sino que se concentran en aquellos sectores más directamente ligados a la práctica de las empresas y más directamente ligados a los bienes de consumo de masa ya establecidos. En cambio, por ejemplo, no se desarrollan al mismo nivel los usos y servicios en la educación, en la sanidad, en la protección del medio ambiente, en el desarrollo cultural, en el desarrollo artístico, en los sistemas de información y participación ciudadana, etc. Es decir, todo el sector de servicios públicos y sociales, que son los que emplean más gente, no se constituye como mercado porque no hay capacidad de consumo, pero sobre todo porque no hay un desarrollo tecnológico ligado a estos usos sociales. Por tanto, la revolución tecnológica se encierra en un callejón mucho más estrecho de lo que podía haber hecho.
A la crisis contribuyó también el ritmo de desarrollo tecnológico más lento de lo que se preveía de algunas innovaciones que hubiesen podido ampliar los mercados de manera significativa; es el famoso Internet móvil, la nanotecnología y la biotecnología controlada. Quiero decir que la biotecnología se desarrolló rápidamente, pero alguien se olvidó de que la gente no iba a comer productos alimenticios o agrícolas modificados genéticamente sin controles, que la gente no iba a empezar a medicarse genéticamente sin controles, etc. Alguien olvidó que en la revolución biotecnológica había una dimensión ética y de protección del medioambiente y de la salud de las personas que había que integrar en los proyectos empresariales. Cuando se dieron cuenta de esto, la revolución disminuyó su tasa de crecimiento y, por consiguiente, tampoco llegó a la renovación del proceso de innovación.

Efectos críticos

A partir de estas distintas capas de efectos críticos sobre la nueva economía, los inversores pierden la confianza en los mercados financieros, bajan las expectativas de ganancias enormemente y, en consecuencia, baja la inversión y cae el capital riesgo, porque el riesgo es demasiado y como la innovación dependía del capital riesgo y de la inversión en general, se para. Desciende enormemente la innovación tecnológica y empresarial y, aunque el consumo aguanta durante un tiempo, conforme van desvalorizándose los efectos financieros que la gente tenía en fondos de inversión, la gente ya empieza a limitar su consumo, empieza a endeudarse menos, restringe la demanda. Cayendo la inversión y la demanda el círculo virtuoso de la nueva economía que señalé anteriormente -confianza en la inversión, inversión, innovación, productividad y crecimiento- se invierte y funciona como círculo vicioso en lugar de como círculo virtuoso. Es decir, baja la inversión, baja la expectativa de ganancias, baja la confianza y el capital riesgo, la innovación y la productividad, se restringe el consumo, baja el empleo, etc.
Precisamente en esa coyuntura se produce otra crisis que algunos ya habíamos pensado que podía ocurrir, y no sólo por razones económicas, sino por razones sociales. En estos momentos estamos viviendo una profundización de la crisis de la nueva economía. La nueva economía se basa en productividad, y la productividad seguía creciendo, no a niveles de la economía general pero sí de las empresas. La productividad estaba relanzándose y se podía observar en términos de lo que ocurría en las empresas, sobre todo no en las tecnológicas, sino en las demás, que estaban incrementando su productividad. Los inventarios y estocs acumulados se estaban liquidando el verano pasado. La limpieza de fantasías .com del mercado financiero había aumentado algo la confianza en las inversiones. Un mayor rigor en la gestión había agilizado las empresas y había una nueva serie de innovaciones que estaban funcionando. Por ejemplo, el paso de los móviles de la tercera generación a los de la segunda generación y media. Había una especie de sentido común que, si no se podía dar el salto a Internet móvil, se utilizaba una Internet móvil en base a unos servicios que son los que el mercado puede asumir.
La entrada en vigor del euro se esperaba que permitiera a Europa agilizar su consumo y reforzar su nivel de integración económica. China e India siguen tirando del Tercer Mundo. China ha vuelto a crecer al 8% este año e India al 6,5 o 7%. Entre las dos representan, más o menos, un 40% de la población humana, aunque su producto interior bruto, obviamente, es mucho menor. Incluso yo diría algo que he observado de cerca y que me parecía interesante desde el punto de vista económico. Y es que el movimiento antiglobalización había forzado un debate serio en los medios dirigentes y políticos mundiales y se estaba pensando, y se piensa todavía, en la modernización económica de la periferia del planeta. Acabo de volver de Sudáfrica, donde hemos lanzado un comité en este sentido para el desarrollo africano. Es decir, había la idea de que quizás es cierto que habría que integrar a más gente en este sistema. Esto permitiría no solamente hacer una nueva economía más justa, sino también más dinámica en la medida que se incorporasen nuevos elementos.

El cambio del 11-S

El 11 de septiembre cambia fundamentalmente este panorama. Aparte de los otros temas geopolíticos lo cambia en términos económicos, porque crea una incertidumbre básica. Y la incertidumbre es el peor enemigo de la inversión y del consumo. Cuando hay incertidumbre la gente se guarda el dinero. Lo guarda lo mejor que puede y, si es posible, compra un terrenito, porque esto siempre se sabe que es seguro. Entonces, el potencial de la nueva economía está allí y se ha difundido en muchas empresas, pero el contexto de incertidumbre está incrementando el ciclo a la baja, y ahora sí puede llevar a una nueva recesión. No estabamos en ninguna recesión, pero ahora sí puede haberla fácilmente.
Los gobiernos, empezando por el americano, lo han visto y, olvidándose de la idea de que no hay que intervenir en el mercado, están intentando una reactivación. Pero es una reactivación, sobre todo la norteamericana, hecha con muy mala pata, desde el punto de vista técnico. Hace cuatro días estuve en Ginebra, en un debate organizado en el marco de la Organización Internacional del Trabajo, entre Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001; Robert Reich, un economista americano del presidente Clinton para temas de trabajo, y yo. Era un debate del “International Herald Tribune” que se va a publicar ahora. Y coincidíamos enteramente en nuestro análisis, en el juicio sobre la reactivación.

Coincidíamos en decir que la reactivación americana se basa fundamentalmente en devolver impuestos a la gente, sobre todo a los ricos, y éstos lo ponen en su sistema de ahorro, pero no los gastan, no los reinvierten. Uno de los grandes efectos de la reactivación son dar dinero a las grandes empresas más afectadas, como a las compañías aéreas y las aseguradoras, para reforzar su solvencia financiera y que no quiebren, sin ningún efecto en la economía. El otro efecto es el incremento decisivo en gastos de defensa y seguridad, que está concentrado en un sector muy limitado y tiene un efecto multiplicador mínimo, con lo cual poca reactivación se puede esperar de ahí.
Y en Europa, Wim Duisenber, el presidente del Banco Central Europeo es un fundamentalista económico muy peligroso. Él, pase lo que pase, sigue manteniendo la austeridad fiscal, suba el ciclo, baje el ciclo o se hunda el mundo. Él lo que quiere es, sobre todo, que no haya inflación. Podemos morir sin inflación, pero que no haya inflación. Cuando el encefalograma de la economía sea totalmente plano, no habrá inflación, pero estaremos muertos económicamente. Stiglitz y Reich, como son más prudentes, decían que no es una cuestión personal, sino estructural, porque Europa es así. Yo creo que Europa es así, pero Duisenber también es así.
Así, lo que hay es una falta de medidas eficaces para la reactivación, en una situación de incertidumbre y en una situación en que la nueva economía estaba en el ciclo bajo. Cuando podía empezar a despuntar el elemento más peligroso ha habido creación de incertidumbre, porque con incertidumbre no hay riesgo y sin riesgo no hay innovación, y sin innovación no hay nueva economía. Este es el tema fundamental: alto grado de incertidumbre, bajan los grados de riesgo, y el riesgo es la base de la innovación sobre la que se basa la nueva economía en su productividad.

La política urbana

¿Qué tiene que ver esto con la política urbana? Pues muchísimo. Creo que hay algo importante que señalar. La nueva economía necesita lugares productivos, necesita ciudades, sobre todo, productivas, y que lo sean en términos de la nueva economía. La nueva economía es una economía de flujos globales entre lugares localizados, entre territorios localizados. Por cierto, que un estudiante mío ha desarrollado el primer mapa de Internet, sobre todo el primer mapa de la producción de contenidos de Internet en el mundo; lo pueden ver en mi libro, pero es su tesis doctoral. Demuestra que Internet es la industria más concentrada del mundo. Está concentrada en unos cuantos países y, sobre todo, en las grandes áreas metropolitanas de unos cuantos países. Eso es, simplemente, porque Internet procesa información de alto nivel y alto valor añadido que está concentrada en las grandes áreas metropolitanas de aquellas sociedades que son capaces de generar información y procesarla en conocimiento.
Entonces, ¿qué ocurre con los lugares de creación de valor? Pues que son lugares muy seleccionados en todo el planeta, que acumulan riqueza sobre la base de su capacidad de información y de conocimiento. Veamos esto. La economía local no es enteramente global. La economía local, en términos de empleo, tiene una gran parte del empleo que no es mercantil, no es un empleo que dependa de la capacidad de comercio e intercambio. Son los servicios públicos, los servicios personales, los servicios municipales, la educación, etc. Todo esto no depende de la competitividad de las empresas en sí. Por lo tanto, todo este sector es un sector protegido contra la competencia global. Ahora bien, ocurre que todo este empleo depende, en último término, de la capacidad pública de captación de recursos. Y esa capacidad depende de la capacidad impositiva que se tenga en función de la economía. Y esa economía depende de la capacidad competitiva de las empresas en los mercados globales.
O sea, que incluso el sector protegido en términos de empleo, depende de lo que haga el sector no protegido en términos de empleo. ¿Que de qué depende? Depende de la competitividad global de ese territorio basada en la productividad. Ahora vamos conectando temas. Y esa productividad y esa competitividad dependen fundamentalmente de cuatro elementos. El primero es la conectividad y la infraestructura tecnológica de este territorio. Quiere decir que sea un territorio situado en mercados abiertos que son globales, no quiere decir que se venda todo fuera, quiere decir que tiene que haber cosas que lleguen y cosas que salgan y con gran flexibilidad, no solamente en términos de lo que se vende, sino en términos de los servicios que se requieren y los insumos que se requieren en la producción. Eso quiere decir infraestructuras de comunicación, Internet, capacidad de usar esas telecomunicaciones y ese Internet, y estructuras de comunicación de todo tipo. Conectividad.

Red de insumos

Por eso las grandes áreas metropolitanas bien conectadas del planeta son las que generan valor, porque lo primero para estar en esa red local de insumos, de ventas y de competencias es estar en esa red, estar conectado. Por eso el conectarse por fibra óptica o por Internet no es un lujo de la tecnocracia. Es la base fundamental. Lo mismo que la economía industrial se construyó en el siglo XIX sobre la base del ferrocarril y los puertos. Las infraestructuras de comunicaciones y telecomunicaciones son esenciales. Sin eso no hay nada que hacer.
Pero al mismo tiempo esas infraestructuras solamente transmiten productividad y competitividad si hay los recursos humanos para manejarlas. ¿Y cuáles son esos recursos humanos? Son, fundamentalmente, capacitación educativa y tecnológica. Capacidad tecnológica no quiere decir que todo el mundo sea informático, quiere decir que todo el mundo sea capaz de entender qué puede hacer con la informática, que es distinto. Los ordenadores son cada vez más fáciles de hacer funcionar, ese no es el problema. El problema es tener la capacidad mental de integrar esa herramienta. Si alguien no sabe qué hacer con un ordenador, llama a su hijo o nieto de diez años, sobre todo a los nietos, y se lo resuelven. Ellos saben qué es lo que hay que hacer. Por eso mi propuesta es siempre realizar campañas de alfabetización de las personas de mi edad por sus nietos, en base a Internet. Y funciona. En Finlandia lo hacen así y funciona muy bien. Recursos humanos producidos localmente a través del sistema educativo o del sistema universitario o atraídos. Es decir, la capacidad de importación de talento.
Tercero, capacidad de innovación. Y la capacidad de innovación requiere, además de esos recursos humanos, instituciones de innovación: universidades, centros de I + D de empresas y los llamados medios de innovación, que a veces son parques tecnológicos. Pero, cuidado, porque los parques tecnológicos muchas veces son operaciones inmobiliarias, operaciones de prestigio que encierran especulación sin más. El tema del parque tecnológico, para que lo sea, ha de empezar como Silicon Valley. Este parque empezó el año 1951 con un parque tecnológico hecho por la universidad de Stanford en un terreno magnífico. Ofrecía, en contacto con sus laboratorios de investigación, a las empresas que quisieran instalarse, alquilarles el terreno a cien años por un dólar al año. Buen negocio, ¿no? Sólo tenía que pasar dos exámenes. Uno de la escuela de ingenieros para determinar la calidad tecnológica. Y otro de la escuela empresarial para determinar el proyecto empresarial. Y si era un buen proyecto tecnológico y empresarial, al parque.
¿Qué quiere decir? No solamente que disfrutaran de la belleza del entorno, sino que cualquier empresa que llegaba allí ya sabía que la otra era buena porque había pasado ese examen. Es decir, la evaluación tecnológica-empresarial de las empresas es fundamental para que no les pase como les ocurrió a la Cartuja de Sevilla, que empezaron por una feria de atracciones, el parque temático Isla Mágica, y pocas empresas decidieron situarse allí como ejemplo de parque tecnológico.
Por tanto, centros de innovación, pero en último término los que producen la innovación son los innovadores. La fuente de innovación no son los parques tecnológicos, ni las universidades, ni los centros de I+D, sino los innovadores e investigadores. Es decir, en último término, son mentes. Pero como las mentes suelen ir ligadas a los cuerpos, resulta que para tener mentes en condiciones hay que tener servicios públicos, sociales, educativos, culturales, de salud y de medio ambiente que funcionen, al mismo tiempo.

Calidad urbana e innovación

Un interesante analista norteamericano, Hopkins, presentó el año pasado un libro llamado “La nueva geografía de la innovación” en el que demuestra la relación entre calidad urbana e innovadores. Es decir, la nueva economía, en Europa y Estados Unidos, ha surgido en las grandes metrópolis y, sobre todo, en los lugares culturalmente más dinámicos y avanzados de entre esas grandes metrópolis. Es una economía que surge en ciudades como Nueva York o San Francisco, en Londres, París, Estocolmo o Helsinki. Y en España surge en Barcelona y Madrid. Es decir, son los lugares donde hay una capacidad cultural y una capacidad de innovación acumulada. Porque los innovadores pueden elegir dónde trabajar, y eligen los lugares donde se encuentran mejor, que es donde hay cultura de innovación y calidad cultural de vida, y esta calidad es muy subjetiva. A los de Nueva York la mugre de allí les parece la cosa más bonita del mundo, mientras que a la gente de California los grandes espacios del desierto, donde no hay nada, le parecen mucho más interesantes.
Lo fundamental, en este aspecto, es que hay una relación positiva entre calidad urbana y atracción de los innovadores y del talento que se requiere para esta innovación. Pero yo diría que junto a esta relación que ya está establecida en el mundo entre las grandes ciudades y la atracción de personas con valor añadido, de forma menos elitista creo que se puede sostener también que la capacidad de generación de buenas condiciones de vida en la ciudad produce una calidad de fuerza de trabajo de todo tipo, y no sólo los innovadores de punta. Esto genera una productividad media, que es lo más importante para la economía, de alto valor.
Si hay grandes innovadores pero luego los técnicos y gerentes medios son de mala calidad, esos innovadores se quedan solos en la productividad económica. Es aquí donde el modelo finlandés me parece más interesante; como algunos saben, lo he estudiado y me obsesiona en estos momentos. En este modelo, un Estado de bienestar dinámico -que asegura la protección social, la estabilidad social y excelente educación y salud para todos, con servicios públicos que funcionen- genera unas bases de productividad a través del capital humano que eso representa. Además de que la gente vive bien, segura y tranquila, repercute en que son altamente productivos. Allí hay la conexión entre innovación, calidad de la fuerza de trabajo y calidad urbana, tanto en los aspectos de calidad de vida en general como de servicios públicos.

El contexto actual

Y acabo, pues, tratando de ver cómo esa relación entre política urbana y nueva economía se replantea en el contexto actual de posible recesión y de crisis profundizada de la nueva economía. Por un lado, como toda crisis que puede convertirse en grave y estructural, requiere medidas reactivadoras de relanzamiento económico por parte del sector público. Porque en la medida en que hay incertidumbre y mientras el clima económico no cambie, la inversión privada no va a tirar. Ahora bien, esta reactivación económica puede plantearse en términos retrógrados y defensivos. Es decir, darles dinero a las empresas para que no quiebren y darlo al sector militar y de seguridad. Simplemente se pone dinero para que la economía no se hunda, que es lo que está haciendo Bush en América en estos momentos.
O lo que algunos de nosotros estamos llamando un “keynesianismo de la información”. ¿Qué quiere decir esto? Como saben, la crisis de la década de 1930 hubiera seguido con una poscrisis después de la guerra si no hubiera habido una serie de inversiones públicas que reactivaron la economía. Esta fue la propuesta de Keynes y de allí salió el keynesianismo, que fue la doctrina dominante en los medios económicos hasta, más o menos, principios de la década de 1970 y que aseguró una expansión del capitalismo, con conquistas sociales al mismo tiempo. El keynesianismo, en estos momentos, no puede ser el mismo de entonces, en el sentido que los mercados se regulan de manera diferente, hay mayor libertad. Pero como reactivación económica fue fundamentalmente obra pública, obra de infraestructura.
Pero ahora, ¿cuál es la obra de infraestructura? Es obra de infraestructura en recursos humanos, en infraestructura tecnológica, en investigación, en enseñanza, etc. El otro día dábamos el ejemplo de que la inversión en infraestructura informacional, hablando claro, son los maestros. Porque nuestras sociedades invierten en todo menos en los que tienen que enseñar a los niños a ser los recursos humanos de la economía de la información. El salario medio en Estados Unidos es de 37.000 dólares y los maestros ganan una media de 33.000. Por lo tanto, son los peor pagados y los menos formados, no aguantan y van concentrando a la gente más desmoralizada.
En España y Catalunya tenemos una gran vocación, pero claro, con la vocación se va hasta cierto punto. Pero sin paga coherente, con el valor que la sociedad le da a la educación y sin formación y reciclaje continuo para entrar en la economía de la información, no hay economía que aguante. A alguien se le está empezando a ocurrir la idea de que el keynesianismo de ahora pasa por invertir en tecnología de la información, en telecomunicaciones y en maestros. Maestros que, además, al ser empleo, multiplican el empleo y multiplican también los efectos del aumento de paga de los maestros, con lo cual supongo que los maestros se pondrán muy contentos. Yo, por ejemplo, no aumentaría tanto el sueldo a los profesores de la universidad, pero si a los maestros, porque es realmente vergonzoso. Y están en la primera línea de lo que es la sociedad de la información, que son nuestros hijos. Y a lo que le damos menos importancia es a nuestros hijos, en realidad, en la práctica, en términos de lo que se paga y lo que se valora.

La inversión fundamental

Entonces, inversión en educación, cultura, tecnología y servicios públicos que acrecientan la productividad en un territorio determinado es la inversión fundamental que permite al mismo tiempo relanzar y reactivar la economía. A la vez, en tiempo de crisis tan importante como reactivar la economía es incrementar la cohesión de la sociedad. Incrementar la cohesión social, la confianza ciudadana, la relegitimación de las instituciones democráticas, porque si no, con el pretexto de los imperativos de seguridad se pueden acabar recortando todas las libertades. En este sentido, la inversión en educación, cultura, tecnología, investigación y servicios públicos es la inversión que a la vez reactiva más directamente la economía y favorece la cohesión social. Y esta inversión se gestiona, es conocido en todo el mundo, mucho más eficaz, concreta y legítimamente a nivel local, a partir de los ayuntamientos. Y esto no lo digo porque esté en un ayuntamiento.
Acabaría diciendo que, en términos concretos, parece que la situación actual es tal que el eslogan podría ser «A casita, que llueve y puede ser ántrax». Pero esa actitud de encerrarse y renunciar a ver la crisis y renunciar a superarla es autodestructiva. En mis viajes por China me enseñaron una cosa que nunca olvidaré, muy profundamente chino y confuciano, y es que el ideograma chino que significa crisis, es el mismo que significa oportunidad, que toda crisis es oportunidad. Yo creo que hemos estado viviendo en un modelo de nueva economía extraordinariamente creativo, pero que no era sostenible. No era sostenible no tanto por razones económicas, que se podían reestructurar desde su propia dinámica, sino por la inserción social, cultural y ecológica en el mundo.
Quizás esta crisis, que ha sido en parte generada desde dentro de la nueva economía y después profundizada por acontecimientos geopolíticos, puede ayudarnos a repensar el modelo y generar un nuevo tipo de nueva economía; un nuevo tipo de innovación informacional que pase por la conexión entre servicios públicos y cohesión social. Yo diría que esa nueva estrategia pasa por la articulación entre la productividad globalmente competitiva y el interés común localmente gestionado.

[texto. por Manuel Castells en La Factoría nº 33. 2007]