Cuando uno se ve enfrentado a un encargo, lo primero que se pregunta es acerca de cómo hacerlo. En ese momento nos vemos ante él, pero a la vez hacia un desconocido. Aquí hay dos cosas:
Lo Fortuito / La primera es que al decir ante él, se trae a presencia lo fortuito. De alguna forma misteriosa los acontecimientos se van encadenando hasta encontrarnos con esas tareas afortunadas, como un don o un regalo. A propósito de esto mismo, me encuentro todos los días con una tarjeta sobre mi tablero de trabajo. En ella el dibujo de Herakles y su arco, acompañado de un texto de Píndaro, Istmica VII. Es un regalo dibujado por Alex Moreno. El texto de esa tarjeta dice lo siguiente: “Inflamado está por las musas de trenzas de violeta, porque en paz persigo la cotidiana dicha rumbo a la vejez y al destino que a mi vida aguarda, pues morimos todos por igual, pero la fortuna es desigual. Cuando uno lejos apunta, pequeño es para alcanzar la sede de los dioses, de broncíneo suelo”.
La Maestría / La segunda tiene que ver con ese desconocido, ese no saber cómo hacer. Esto es algo que está ligado al tiempo, algo que se nos revela como ese tiempo prolongado en el hacer, ese hacer sobre el cual se reincide insistentemente y que es el que nos lleva por el camino de una maestría. Como la que revela Rodin en un texto de Rainer Maria Rilke, con el que me encontré accidentalmente una vez:
“He aquí un artesano y su trabajo; pero parece trabajo para un inmortal, por lo amplio y desprovisto de límite y fin y por el afán siempre renovado de aprender qué lo impulsa. ¿Concíbese paciencia a la par de tamaña tarea? Estaba ella en el amor de este artífice, renovándose en él sin cesar, pues tal es acaso el secreto de este maestro, el haber sido un amante al que nada podía resistir. Tan sostenido y apasionado e incesante era su deseo que le sucumbían todas las cosas, las cosas naturales y todas las cosas misteriosas de todos los tiempos en las que lo humano ansiaba ser naturaleza. No se detuvo en los que son fáciles de admirar. Se empeñó en aprender el admirar cabalmente, íntegramente. Se echó sobre sí las cosas pesadas y herméticas y las llevó a cuestas, y su peso lo hundió más y más en su trabajo de artesano. Bajo su presión comprendería que en las cosas de arte, lo mismo que con un arma o una balanza, lo que importa no es la apariencia, ni el efecto de la apariencia, sino el estar bien hecho.
Todo era cuestión de hacer bien las cosas, trabajar con una escrupulosidad absoluta.
Reproducir una cosa significa haber pasado por cada punto, no haber suprimido ni omitido nada, no haber engañado en nada, conocer todos los cien perfiles, todas las perspectivas y toda intersección. Sólo entonces existía una cosa, sólo entonces era ella una isla, separada por todos lados del continente de lo incierto”. Maestro, ese que consigue un dominio sobre lo que oficia, y una demostración de ésta nos resulta en ocasiones como un acto mágico, producto de una revelación divina, como la levedad con que un atleta corre velozmente con su garrocha, como si ésta casi no existiera y al despegar del suelo tras un vigoroso rechazo, se eleva proyectándose hacia la varilla como si su cuerpo no pesara nada. Si nos detenemos un momento bajo la varilla, el atleta la ha sobrepasado y ella sigue ahí, intacta, y entonces caemos en la cuenta de la altura. Son más de seis metros. Aparece ante nosotros la dificultad y en la memoria el recuerdo de un acontecimiento sobrenatural.
Este evento que se nos presenta, realizado casi sin esfuerzo, oculta tras de sí un largo padecimiento tras un riguroso entrenamiento, años de lento y paciente desarrollo.
A partir de lo que el mundo es como realidad hoy en día, pensar desde el diseño, desde dos condiciones que juegan en su favor:
La Dimensión / Los diseños aparecen como una posibilidad, porque en una medida de lo mínimo pueden realizarse en plenitud, como obra completa. En el montaje de una exposición cuya ley es la levedad, utilizando escasos recursos, permite encontrarse con una experiencia tangible. La limitante juega en este caso a favor de la posibilidad, en la voluntad de construir aprovechándose de las virtudes de esos recursos con que se disponía y no otros.
En relación a esta medida de lo mínimo como aquella que abre posibilidad, es que se presenta la dimensión del auto-encargo. Pocos elementos participan, pudiendo quedar fuera aquellos que involucran decisiones externas que cambian el destino de una idea a ejecutar. La cercanía de encontrarse con una idea propia cobrando realidad se hace realidad en esta ley de lo mínimo.
Lo Diverso / ¿Hacia dónde dirigir la flecha de Herakles?
En los diseños, los campos de acción son tan amplios y diversos como un mar que se escurre por los oficios del mundo.
La actualidad nos cobra una actitud decidida. Hay muchas direcciones hacia donde apuntar, y varias flechas pueden viajar en simultáneo. De ellas puede surgir una conexión entre lo diverso. Pongo como ejemplo mis actuales ocupaciones: un montaje expositivo en la levedad, construyendo muebles en la consistencia, estudiado para un curso de estructuras animales en la ciencia. Desde el diseño, cada una de estas actividades posee una materia con la que trabaja, y en mí, la voluntad de construir entre ellas una relación que las conecte, como vasos comunicantes que me ayudan a entender de manera más completa y bajo diversos ángulos, los problemas que proponen: como el del tiempo; el tiempo de lo leve del montaje que se juega en lo inmediato, frente al tiempo de la madera bruta para convertirse en mueble, frente al tiempo del estudio para llegar a algo.
Ese simultáneo de lo diverso, fortuito o dirigido, lleva consigo un camino que uno construye buscando el reincidir sobre nuestra materia de trabajo, ese lugar donde se reúne lo diverso, ese que se nos hace habitual y que nos lleva por el camino de la maestría.
[texto. miguel eyquem]