La Tiranía de los Rascacielos / Frank Lloyd Wright

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Supongo que Miguel Ángel construyó el primer rascacielos, cuando levantó el Panteón encima del Partenón. El Papa lo llamó San Pedro y el mundo lo festejó, celebrando desde entonces el gran acto en la forma mas sincera del elogio. Y, como es bien sabido, esa forma es la imitación.

Buonarroti, que era escultor (también era pintor pero desgraciadamente, pintaba cuadros de esculturas), pensó probablemente que la arquitectura también debía ser una escultura. Por eso hizo la estatua más grande que pudo concebir la arquitectura del Renacimiento italiano. La nueva cúpula que fue obtenida como resultado, estaba vacía de todo significado, exceptuando el de la mitra del Papa. Pero precisamente esa gran cúpula era exactamente lo que la autoridad había estado buscando como símbolo. El mundo la vio, la acepto y la adopto como el gran símbolo de una gran autoridad. Y así ha florecido desde entonces como este símbolo, no solo en las grandes capitales de los grandes países del mundo, sino, ¡atención!, cada división de este país, en cada estado, en cada condado, en toda municipalidad.

De lo general a lo particular la imitación prosigue, desde la cúpula del Capitolio nacional, hasta la cúpula del capitolio del estado. Desde el capitolio del estado, hasta la cúpula del tribunal del condado, y luego desde el tribunal del condado, hasta la cúpula del ayuntamiento. En todas partes el símbolo nos deja en eterna deuda hacia Miguel Ángel por nuestra autoridad. El mundo llama a esto un gran éxito, y Arthur Brisbane lo llamo un gran arte. Muchos institutos de enseñanza adoptaron también el gótico. Supongo que los grandes negocios la envidian, y aspiran a tenerla. Pero sea dicho en su honor, todavía no lo hicieron. Si, esto es un éxito. Probablemente todo otro escultor que haya vivido, habría gustado de poder hacer lo que hizo Miguel Ángel.

Sin embargo, como consecuencia del sentido de la grandiosidad de un gran escultor, en un arte que no era el suyo, podemos ver una tiranía que podría hacer temblar de envidia el tiránico rascacielos de nuestros días, si bien la cúpula tiránica no es tan cruel como el tiránico rascacielos. Pero la cúpula tiránica significa un gasto más grandilocuente. ¡Que trágico es todo esto! No solo se nota que Buonarroti no ha visto nunca el Gran Cañón, cosa que naturalmente nunca pudo haber ocurrido, sino que pareciera que nadie mas lo hubiese visto, y los edificios monumentales siguieron "cupulosos", "cupulares" o "cupulisticos".... sobre zancos, porque nunca conocieron nada mejor.

Cupular o maldito fue y es la regla de los edificios oficiales de todos los países, especialmente el nuestro, como consecuencia de la indiscreción impulsiva del gran italiano. Pero esperemos que ningún otro escultor, pintor o arquitecto individual obtenga nuevamente un éxito parecido, porque la arquitectura, agotados sus recursos, podría morir para dejar paso a otra cosa.

Me habría interesado saber lo que habría opinado de esto Buonarroti. Pero es demasiado tarde. No podemos hacer otra cosa que imaginarlo.

Tendríamos que ignorar la cuna de la raza, Persia, y aun a la misma Roma, para decir que el escultor hizo algo mas que apropiarse la cúpula. Los antiguos romanos las habían hecho chatas, apoyadas contra las paredes del edificio, y las cúpulas de Persia, relativamente modestas, si bien profundamente asentadas en la construcción, eran altas y muy hermosas. Naturalmente, Estambul y Santa Sofía hacen aparecer a San Pedro como un cúmulo de desechos de las columnas, pilares, y molduras renacidas del estilo grecorromano.

Pero Buonarroti levanto su cúpula más alta que otros... ¡la saco del mismo edificio sobre zancos! ¡Ah eso era mejor! Sin embargo, la historia relata que a última hora debió enviarse un llamado urgente al herrero. Se necesitaba una gran cadena, con la mayor prisa, para mantener esa monumental grandiosidad en su lugar, el tiempo necesario para que hiciese su fatal trabajo. Mientras afirmaban esta gran cadena alrededor de los riñones de la cúpula, que peligraba sobre su apoyo, nuestro héroe, el gran escultor, profunda, o mejor dicho altamente en conflicto con la arquitectura, debe haber conocido algunas horas de angustia, como las que solo un arquitecto puede pasar.

Me imagino el alivio con que se acostó cuando todo estuvo seguro, y durmió treinta horas seguidas sin moverse. Esta gran contribución del "mas grande artista que haya existido" -Arthur Brisbane dijo que eso es lo que fue el- fue nuestra mayor herencia del resurgimiento de la arquitectura en Italia, llamado Renacimiento, y esa baladronada nos ha costado miles de millones.

Pero todo triunfo, hablando humanamente, es breve, y nosotros mismos hemos encontrado una nueva forma de jugar con el Renacimiento. Se trata de un camino particularmente nuestro, y ahora, a nuestro tiempo, asombramos similarmente al mundo. No estamos levantando a la cúpula sobre zancos, no, pero estamos levantando los mismos zancos mas alto de lo que llego a estar la cúpula y colgamos una arquitectura renacida, o que pronto ha de nacer, sobre un armazón de acero, subimos y bajamos entre esa armazón en maquinas automáticas, a un promedio de una milla por minuto, hasta que el mundo suspira, vota nuestra innovación como un éxito, y la imita. Otro triunfo mundano, pero esta vez no esta vacío en nombre de la grandiosidad. No, ya no somos así. Lo hacemos por dinero, no lo olviden, cargando todo déficit que pueda surgir en relación con eso, a la cuenta de publicidad.

Nosotros mismos estamos corriendo ahora carreras al cielo por motivos de publicidad, sin avisar necesariamente a la autoridad pero experimentando siempre en forma noble con vidas humanas, llevando mientras tanto el instinto del rebaño a su conclusión lógica. Y espero fervientemente que finalmente llevaremos al instinto antes mencionado a su destrucción, dándole toda lo que pide, de modo que tendrá que salir al campo, que es su lugar natural, y quedarse allí, porque la ciudad ya no existirá, por haber sido condenada a muerte.

Nuestro invento peculiar, el rascacielos, se inicio en nuestra tierra cuando Louis Henri Sullivan, cruzo la puerta que comunicaba mi pequeña oficina con su cuarto en la Auditorium Tower, y coloco sobre mi escritorio un tablero de dibujo sobre el que estaba fijada una hoja de papel.

Allí estaba, en una elevación delicadamente trazada. Lo mire, y comprendí lo que había ocurrido. Era el edificio Wainwright, y ahí estaba la primera expresión humana de un alto edificio de acero para escritorios, como arquitectura. Era alto y consistente: una unidad, donde antes había habido un edificio con cornisa sobre otro edificio con cornisa. Este era un éxito mayor que la cúpula papal, según creo, porque ahí estaba la utilidad convertida en belleza, por el triunfo de la visión imaginativa.

Ahí surgía del caos una cosa armoniosa al servicio de la necesidad humana, donde el ingenio artístico había luchado en vano con la discordancia. Las paredes verticales eran pantallas verticales, todo ello enfáticamente rematado por una ancha banda de ornamento que rodeaba el ultimo piso, apoyada sobre las pantallas y sombreada por una prolongación de la losa del techo que decía enfáticamente: "terminado". La prolongación de la losa no tenía por que decir: "terminado" ni ninguna otra cosa, en forma tan enfática, sobre las calles céntricas, pero ese fue un detalle que se corrigió pronto. El rascacielos había aparecido como pieza arquitectónica.

Más o menos en aquella misma época, John Wellborn Root concibió un edificio alto que era una unidad: el Monadnock. Pero era un edificio de sólidos muros de ladrillos, con aberturas practicadas en las paredes. Sin embargo, el ladrillo era llevado a través de las aberturas sobre ángulos ocultos de acero, y el contorno fluido, o perfil, que no era normal en los trabajos en ladrillo, fue obtenido forzando al material, haciendo centenares de moldes especiales para ladrillos especiales, para obtener las curvas y los declives. Por lo tanto, ambos edificios tenían sus defectos. Pero el Edificio Wainwright ha caracterizado a todos los rascacielos, así como San Pedro ha caracterizado todas las cúpulas, con esta diferencia: en el edificio Wainwright había arquitectura sintética, entraba en la línea de la arquitectura orgánica, en tanto que San Pedro era solo una grandiosa escultura.

Hace poco, un hombre señalo, en una concurrida calle del centro de Nueva York, un terreno baldío donde estaban excavando unas palas mecánicas."Soy el dueño", dijo en respuesta a la pregunta de un hombre que estaba a su lado (y que casualmente era yo), "y es mío hasta arriba de todo", indico, haciendo un gesto hacia lo alto con la mano. Si, era el dueño "hasta arriba de todo", y también podría haber agregado "hacia abajo, hasta el otro lado del mundo". Pero quizás entonces se habría tenido que corregir, "o por lo menos hasta el centro de la tierra". Si, ahí estaba Su Majestad, el dueño legal. No solo era legalmente libre de vender su afortunado lote para aumentar la congestión de sus vecinos "hasta arriba de todo", sino que la misma ciudad lo animaba ciegamente para que lo hiciese en favor de la super-concentración. ¿Entonces a la ciudad le gusta "subir"? Los arquitectos, presentándose como "fabricantes-al-por-mayor-de-espacio-para-renta", en beneficio de sus audaces clientes luchas por edificios altos y más altos. El genio inventivo, debidamente invitado, también los ayuda y los une, hasta que esta gloriosa empresa patriótica, la construcción de espacio para renta, es considerada una prueba firme del progreso y la grandeza de Norteamérica. Los fabricantes-de-espacio-para-renta aseguran que los rascacielos resuelven el problema de la congestión, y podrían agregar sinceramente que crean congestión, para resolverla un poco más al día siguiente, hasta que probablemente se disuelva en el campo, como reacción inevitable. Mientras tanto, estas soluciones mecánicas con un anticuado aspecto arquitectónico, como la cúpula de Buonarroti, son estúpidamente imitadas en las praderas del Oeste y en los desolados estados montañosos. En las grandes ciudades, y aun en las más pequeñas, o en las muy pequeñas, se los puede ver juntos.

Nuestro moderno Goliat de acero se ha alejado tanto de su solar nativo, como para llegar a Tokio, en el Japón, donde resulta casi tan apropiado para ese país como la cornisa lo es para Abraham Lincoln, en nuestro país.

Esta apoteosis del propietario puede ser vista ahora como otra tiranía, la tiranía del rascacielos. Parece ser cierto que "es solo en los extremos donde puede descansar la indolente mente popular".

Hemos establecido una forma aproximada para estas conferencias: un preámbulo referente al tema: luego la referencia a una autoridad, tomando un texto suyo, luego la conferencia y una conclusión para ustedes, todo según el buen orden de los sermones de mi padre. Por lo tanto, mantendremos dicha forma, y esta vez tomaremos como texto: Hazle a tu prójimo lo que te agradaría que tu prójimo te hiciese a ti". Esta frase es universalmente conocida. Pero quizás no lo sea tanto la recomendación de Moti, el sabio chino: "Hazte a ti mismo lo que crees que los otros deben hacerse a si mismos".

La Tiranía del Rascacielos

Solo ha comenzado, pero podemos observar bien que la aldea del Padre Knickebocker, para elegir el ejemplo más conspicuo, ya se ha apartado mucho del plan, fuera de la escala humana, y que no es un lugar agradable para vivir, para trabajar, ni siquiera para ir al mercado. Esto, a pesar del estimulo o la excitación del instinto de rebaño que maldice a toda la empresa.

No menos -y precisamente por ello- el precio de la tierra que queda atrapada en la corriente urbana que corre hacia el centro en angosto cauce -indudablemente para correr luego en sentido contrario. Aumenta solo porque las superficies afortunadas pueden ser multiplicadas tantas veces como sea posible volver a vender la superficie originaria, gracias al recurso mecánico del rascacielos. La superficie era multiplicada por diez, pronto lo fue por cincuenta, y ahora puede serlo por cien o por mas. Mientras tanto, pasamos pacientemente por amplios y relativamente vacíos espacios de la ciudad para pasar de una zona así congestionada a otra zona igualmente congestionada, esperando pacientemente, según creo, a que la misma congestión, que es el origen de los valores artificialmente elevada se sobrepase a si misma como solución, y la misma congestión para servir a la cual fue construida, interfiera severamente y finalmente maldiga su propio sagrado privilegio de ventas. Nueva York, aun en esta primera etapa de lo alto y angosto, habla del problema del transito, confesando abiertamente esa congestión, aunque cautelosamente. Y como la congestión debe aumentar rápidamente, la miseria metropolitana solo ha empezado. Si, acaba de empezar, porque si cada dueño de un lote contiguo o ya dentro de las zonas comercialmente explotadas, para no mencionar a los que esperanzadamente se mantienen vacíos en el medio, saca ventaja de esta oportunidad para elevar el valor, todos los vuelos hacia arriba de la propiedad pronto se volverían inútiles y sin valor. Esto debe resultar obvio para todos. Por otra parte, los ocupantes de los altos edificios son solo la tercera parte de los motoristas que eventualmente emergerán si su devoción a la concentración mecánica les reporta alguna ganancia.

De modo que los únicos que podrán ser servidos son los promotores de congestión, con sus fabricantes de espacio y solucionadores de congestiones que llegaron antes, o que se darán prisa, con sus telescopios extendidos, trompas de elefantes levantadas, cohetes de piedra de Bedford, escarbadientes góticos, modernas estilográficas, chillando verticalmente, vendiendo perpendicularmente a las lombrices que están en la calle aldeana de abajo. Sin embargo, los propietarios perdidos entre la suerte, siguen capitalizando su suelo sin desarrollar, sobre la misma base del hombre bastante afortunado como para haberse levantado el primero por los aires. Valores ficticios de tierras son creados en el papel. Debido a la moda del rascacielos, los valores de propiedades crecen sobre una base falsa, y para mantener y para manejar esos valores falsos, agravados ahora por la solución mecánica y "standard", se proponen subterráneos, o súper veredas, o calles de dos o tres pisos. Se hacen propuestas para levantar toda la selva de edificios fuera del alcance del transito, sobre sus propios zancos, como concesión a la multitud. La vida humana que fluye de toda esta concentrada perpendicularidad debe acomodarse al crecimiento, como brotes de patatas en un sótano. Si... estas super-magnificas soluciones son propuestas seriamente para conservar y manejar las ganancias de los propietarios en una locura de verticalidad y vértigo, que concentra al ciudadano en una exagerada super-concentracion que habría asomado a Babilonia, y habría hecho que la misma torre de Babel cayese al suelo y le rindiese homenaje.

"Tener y guardar", ese es ahora el problema de quien tiene mentalidad de rascacielos. El motivo por el que seria poco ético o una debilidad permitir que esta terrible concentración se aliviase, dispersándose, resulta muy claro. Cualquiera puede verlo. Y para mostrar hasta que punto estas preparados y dispuestos al llegar los propietarios para impedirlo: un propietario tan filantrópico y superior como Gordon Strong, de Chicago, sugirió recientemente, como lo hicieran originariamente los alemanes- la inutilidad de la libertad del sol y el aire, afirmando que eran preferibles la ventilación y la iluminación artificiales, pidiendo que las paredes fuesen construidas sin ventanas, que los cuartos estuviesen herméticamente cerrados, que la distribución y la comunicación se hiciesen por medio de túneles, subterráneos y super-rutas iluminadas y ventiladas artificialmente. Aquí, al servicio del propietario, por medio del servidor fabricante-de-espacio, llegamos a la "Ciudad de la Noche": El hombre por fin esclavizado por sus propios artificios, y con su vida a merced de ellos.

La de Gordon Strong es una conclusión lógica, con sus puntos fuertes... siempre que las ganancias de excitar y aplaudir la concentración de los ciudadanos deban ser mantenidas en un nivel beneficioso, y los ciudadanos deban ser educados y reconciliados con una congestión aumentada, como la que eventualmente produciría esto. Este paciente ciudadano... ¡tanto mas valioso, según parece, cuando y si esta congestionado! ¿El paciente animal debe ser más congestionado, o educado para congestionarse, hasta que haya renunciado por completo a su derecho a la vida? ¿Y un poco mas congestionado para que aprenda -puede aprenderlo- a tomarse su tiempo (su propio tiempo esencialmente, entiéndalo bien), y medir sus pasos mas cuidadosamente que nunca? ¿Será el, el pepinillo en esta salmuera, reconciliado o empujado con más fuerza para hacerlo congestionarse localmente en canales verticales, para que pueda ser demorado en otros horizontales?

Probablemente.... pero en nombre del sentido común y de la arquitectura orgánica, ¿por que habría que intentar reconciliarlo? ¿Y por que tienen que encargarse de ello los arquitectos? Espero que los arquitectos sean todavía algo más que empleados a sueldo. ¿De lo contrario, por que no se retiran y se ganan honradamente la vida trabajando en el campo, preparándose para el eventual éxodo urbano?

¿Podemos suponer con justicia que la arquitectura esta al servicio de la humanidad? ¿No sabemos que si la arquitectura no es defendida y mantenida en ese servicio, eventualmente se perderá?

¿La ciudad, también durante otro siglo, aunque no lo creamos, fue ideada para aumentar la felicidad, la seguridad y la belleza de la vida del individuo considerado como ser humano? Ambas suposiciones, sin embargo, son negadas por el falso interés antiamericano puesto por los partidarios de los rascacielos en la congestión. Digo antiamericano, porque durante muchos años la rápida movilización, vuelo, automovilismo, tele transmisión, en firme avance, le han devuelto al hombre el sentido del espacio, el espacio libre, tal como debe conocerlo un país grande y libre... devuelto a un pueblo libre. El vapor lo alejo. La electricidad y la máquina se lo están devolviendo al hombre y no solo hicieron innecesaria la super-concentracion en una altura estrecha y compacta, sino viciosa, a medida que los movimientos del ciudadanos e hacen diariamente mas compactos y violentos. Todo apropiado sentido del valor del espacio al que tiene derecho y ahora el ciudadano norteamericano se ha perdido en la gran ciudad norteamericana, así como la libertad se perdió en la colisión. ¿Por que nos mostramos tan lerdos como arquitectos, como ciudadanos y como nación, para advertir la naturaleza de este hecho? ¿Por que seguimos permitiendo que un ciego instinto manejado por la ambición disponga la moda y mate, para un pueblo libre de una tierra nueva, tantas excelentes posibilidades del planeamiento de la ciudad espaciosa? ¿Donde están los beneficios modernos del automovilismo y la tele transmisión? Podemos verlos a todos derrotados, lanzados por la borda, traicionados, para salvar una estúpida y egoísta tradición de propiedad. ¿Se deberá a que todos nosotros somos, más o menos, por naturaleza y oportunidad propietarios? ¿Somos antes propietarios y luego hombres libres, si ese luego existe? De todos modos, toda esta capacidad, últimamente aumentada, para un amplio radio de movimiento lateral, debido a la mecanización, esta resultando inútil al ciudadano, porque tenemos compasión de la codicia de los propietarios y la consideramos no solo comercialmente beneficiosa, sino también sensacional.

Ahora, naturalmente y en común con todas las aldeas usonianas que se transforman en grandes ciudades y luego crecen hasta ser grandes metrópolis, la aldea del Padre Knickerbocker aumento hasta su actual estado de confusión: la gran metrópoli creció sobre el plano original de la aldea. Nueva York, aun sin rascacielos y automóviles, habría sido crucificada hace mucho por su plano. El damero, apenas tolerable para una aldea, se convierte en una peligrosa red para todo movimiento de avance, aun en una gran ciudad donde los caballos fueran el poder de movimiento. Pero con el automóvil y el rascacielos, que se opone y mata la contribución del automóvil a la ciudad, los esfuerzos entrecortados para cruzar hasta alguna o cualquier parte, en la gran metrópoli, resultan un gasto inevitable... peligroso y enloquecedor hasta el grado en que la pérdida por sacrificio, en todo sentido menos en uno, resulta para todos.

Las antiguas calles de la aldea se convirtieron en pozos de trituración de la miseria metropolitana. La frustración de toda la vida, en la aldea-que-se-convirtió-en-ciudad, es inminente en esta, la gran metrópoli imprevista. La máquina que la construyo y la amueblo fue igualmente imprevista. Por lo tanto, quizás no se deba solo a esta siempre lamentada pero heredada tendencia de su raza al rebaño, el que el ciudadano haya caído en esta aglomeración. Pero la tendencia animal al rebaño es todo lo que lo mantiene concentrado contra sus más importantes intereses como ser pensante. Esta trágica y a veces cómicamente atascado. Es cierto que convenientemente cercado, se atasca solo. Bien cercado, quizás continúe aglomerándose durante otra década, y sufrirá satisfecho las consecuencias. ¡Este huroniano, esta unidad social humana, se muestra extrañamente indefenso durante largos periodo! Pero tratemos de creer, como lo observo Lincoln, que eso no les ocurre a todos ellos al mismo tiempo.

¿Y que recompensa recibe esta unidad humana, tan despreciable en este manicomio comercial, a cambio de los sufrimientos de la construcción y de la desmoralizadora perdida de libertad, por la insultante degradación de su debido sentido del espacio? ¿Que recibe, además de un estúpido orgullo por el sacrificio de él mismo a su época, el aumento de impuestos y el aumento del numero de simpáticos policías en las esquinas?

Un pequeño estudio demuestra que el rascacielos, en la lista del "gran espectáculo", se esta convirtiendo en algo mas que un abuso de un expediente comercial. Lo veo en realidad como un conflicto mecánico de recursos maquinistas. ¡Una colisión interna! Aun el propietario deberá comprender pronto que, como propiedad productiva, el éxito de la verticalidad es solo temporario, tanto en clase como en carácter, porque el ciudadano del futuro próximo, prefiriendo la horizontalidad -beneficio de su coche, y de los inventos telefónicos o telegráficos- rechazara la verticalidad como cuerpo de la ciudad norteamericana. El mismo ciudadano se volverá contra ella, en defensa propia. Abandonara gradualmente la ciudad. Ahora le resultara muy fácil y seguro hacerlo. Ya lo mejor de el puede hacer algo mas conveniente que quedarse.

Con gran decepción, el propietario sabe que su nuevo problema consiste en vender los diez primeros pisos de la ciudad de Nueva York. Los padres de la ciudad también ven que, exceptuando en ciertos espacios abiertos, y donde bajo condiciones cambiadas los altos y hermosos edificios podrían elevarse todo lo que la ciudad lo desee, el azaroso rascacielos esta condenado.... condenado por su propia competencia. En ciertas situaciones estratégicas de toda aldea, pueblo o ciudad, los edificios altos, tan altos como puedan ser, deben ser permitidos. Pero aun en esos lugares los edificios muy altos deben ser restringidos a esa superficie del lote en el que se instalan, que pueda ser iluminada desde afuera y ser directamente alcanzada desde un único canal vertical interno de entrada directa a ese espacio. La libertad normal de movimientos se podrá obtener así abajo, en la superficie de terreno que es de propiedad del mismo edificio. En esta forma todo edificio alto quedaría restringido a la porción central así utilizada de cada lote privado, agregando el resto de esa superficie, como espacio verde, a las calles de la ciudad. Entonces dejaría de haber patios interiores en los edificios.

Todos los edificios restantes y sobre los cuales los mas altos, proyectaran sus sombras, y de los cuales en parte deberán tomar su luz, tendrán que mantenerse a una altura tal que las calles estén libres de congestión de transito, sea esa altura de tres, cinco, siete o nueve pisos, lo que será determinado de acuerdo con el ancho de las calles sobre las cuales se encuentran los edificios.

En cuanto al ensanche de las calles, las actuales aceras podrían ser agregadas a la calzada como superficie de transporte, y las aceras futuras se levantarían a la altura de la cabeza sobre el nivel de las calles, convirtiéndose gracias a manos capacitada, en detalles arquitectónicos de atracción en la ciudad. Y estas aceras conectadas entre ellas en los cruces de calles, y por rampas inclinadas con las calles de abajo, en esos mismos puntos. Esto liberaría de la auto movilización a todo movimiento pedestre, y el cruce en cualquier dirección, por encima de los vehículos, seria seguro. Los coches podrían ser estacionados temporariamente debajo de estas aceras, las que quizás podrían ser proyectadas de los edificios.

En esta forma se obtendría espacio de estacionamiento frente a todas las vidrieras de los negocios, protegido por la acera elevada. Por este plan, los escaparates tendrían dos pisos. Escaparates arriba, para la acera y abajo, para la calle. Este practico expediente, ya que no es más que esto, y otra cosa no seria posible, destacaría las vidrieras al nivel de la acera que a su vez podría convertirse en entresuelo para la entrada a los diversos negocios.

Las entradas a los negocios podrían abrirse a la altura de la calle por medio de pórticos o galerías. Estas restricciones y orden en los edificios altos podrían realzar el aspecto de pintoresca altura y no dejar masas caóticas y sin terminar, proyectándose hacia el cielo. La diseñada separación para el transporte y los peatones, podría ahorrar molestias y cansancio a los ciudadanos que hacen diariamente las estaciones del calvario al dirigirse a su trabajo.

Ya que en la metrópoli el damero es un desastre, y como resulta imposible modificarlo mucho. ¿Por que no aceptarlo y respetarlo entonces como una limitación definitiva y aliviarlo por medio de un recurso practico? La realización de las modificaciones sugeridas, beneficiaria mucho a todo lo afectado:

Primero: Limitando la construcción

Segundo: Sacando a los peatones del nivel de la calle, y ensanchándola

Las aceras superiores podrían ser rasgos arquitectónicos de la ciudad. Si bien esto significa un gasto de muchos millones, puede ser hecho, en tanto que el abandono de las viejas ciudades es factible, pero no se construirán otras nuevas.

Otros muchos recursos resultarían también practicables, si fuese necesario insistir en ellos por el bien publico. Por ejemplo, la prohibición de que se queme carbón en la ciudad, convirtiéndolo todo en electricidad en las minas, y disminuyendo el tamaño absurdo de ciertos automóviles. Todas estas cosas aliviarían el mal de la situación del rascacielos. Pero el peligro de la ciudad para la humanidad es mas profundo, y esta en el hecho de que las sensibilidades humanas se tornan naturalmente encallecidas y viles por los fútiles sacrificios de tiempo y espacio y paciencia, siempre crecientes, cuando están condenados por las restricciones a sus angostos cauces y crucificados por sus dolorosos privilegios mecánicos. ¿Condenados por su propio exceso insensible? Si, y pronto será peor.

Parece que siempre ha sido imposible prever la gran ciudad. Solo cuando ha crecido y ganado una individualidad propia, reconoce sus necesidades. Su principal característica es esa individualidad ganada con tanta dificultad. La ciudad se inicia como aldea, pronto es un pueblo y luego una ciudad. Finalmente, quizás, se convierte en metrópoli; con más frecuencia, la ciudad sigue siendo otro caserío. Pero creo que toda aldea podría iniciarse con los planes y las condiciones para una metrópoli. Algunas, Washington entre ellas, lo hicieron, y llegaron parcialmente después de emocionantes tropiezos.

Pero la necesidad de la ciudad decae por otro mayor interés humano. ¿Cual es ese mayor interés humano? ¿No esta siempre del lado del ser, considerando al individuo como relacionado, aun en su trabajo (¿por que no especialmente en su trabajo?) con la salud y la libertad de espacio, inconstante en un nuevo país libre; viviendo en el sol y el aire y relacionado con ellos; viviendo en y relacionado con el crecimiento de los vegetales a su alrededor, mientras el se mueve y tiene su pequeño ser aquí, en esta breve estadía en la tierra que debe resultarse inexpresivamente hermosa?.

¿Después de todo, para que esta el aquí? ¿Acaso la vida no es lo único que vale para el? Pero lo hecho por la máquina, en la era de las máquinas, en la mayor de las máquinas, una gran ciudad, conspira para quitarle esa libertad antes de que pueda empezar a civilizarse. Sabemos por que lo hace.

Y en este momento tratemos de ser honestos con nosotros mismos en otro punto, esta "emoción", esta elogiada belleza del rascacielos, como una obra individual. Como lo vimos al principio, el rascacielos era un apila de edificios de cornisa en estilo renovado: un edificio encima de otro. Entonces un gran arquitecto lo vio como unidad, y como una hermosa arquitectura. Pronto, otros arquitectos, educados -quizás por las Bellas Artes- para ver las cosas así, lo vieron como unas columnas, con base, fuste y capitel. Entonces otros arquitectos con otros gustos creyeron verlo como gótico: competidor comercial de la catedral. Ahora los fabricantes al por mayor de espacio-para-renta lo ven como una torre comercial con superficies de cemento y ornamentos restringidos, a los que las leyes de Nueva York le imponen un cierto perfil pintoresco, un perfil que es bastante parecido en todos. Un pintoresquismo que al principio fue bienvenido como un alivio superficial, pero que ya es visible como la misma monotonía-en-la-variedad que ha sido el destino de todos los intentos por embellecer nuestro país. La uniformación vence a estos intentos, la máquina triunfa sobre todos ellos, porque son todos falsos. El principio no se manifiesta en ellos.

El rascacielos de nuestros días, es solo el semblante prostituido de la arquitectura que asegura ser. El pesado ladrillo y la piedra que falsamente representan las paredes son forzados, por las mismas leyes que mencione, a ser bajados antinaturalmente hasta el suelo, sobre armazones interiores de acero, desde veinte, cincuenta o más pisos. El aspecto mejora, pero los elementos pintorescos del mismo son un trabajo falso construido sobre una caja hueca. Estos nuevos remates también son mascaras. El servicio acostumbrado del doctor-de-apariencias, ha vuelto a ser prestado a la sociedad moderna.

Hasta donde llega la riqueza material, Nueva York, apilada y aislándose cada vez más alto en el arte, es una máquina comercial falsamente habilitada por un tenue disfraz. El disfraz es una colección de fachadas de ladrillo y cemento, carteles luminosos y paredes muertas, un pico junto al otro, levantándose a uno y otro lado de la garganta del canon. ¡En los angostos senderos de abajo todo gruñe, retumba y chilla! En realidad, la gran máquina hecha por máquinas es una selva de pilares de acero remachados, rieles remachados, modillones remachados y bloques de hormigón reforzados con acero, encerrados por paredes de ladrillo y piedra, cargado todo por el mismo esqueleto de acero, rematado finalmente por tanques de agua, y agujas, paredes muertas decoradas con anuncios exagerados y castamente pintadas en paneles con enladrillados de color.

La belleza que presenta el todo es casual, a pesar de la arquitectura libresca que los fabricantes-de-espacio-para-renta han agregado ingeniosamente a los espléndidos tendones de acero que se tienden de uno a otro piso, bajo el peso de toda esta mascara. Pero los dinteles, arquitrabes, pilares y cornisas del seudo-clásico están dejando ahora el campo libre a la mejor sencillez de los efectos de masa y superficie. Esto hace ahora el exterior pintoresco de Nueva York, mientras el acero, detrás de todo, se eleva noblemente para sus más serias funciones. Se puede decir que algunas de las decoraciones mas recientes de los rascacielos, ofrecen agradables sugerencias de una arquitectura futura. ¡Pero que lejos están todavía las apariencias de la realidad!

La verdadera naturaleza de las cosas esta prostituida al vacío pintoresquismo, en un intento de obtener una belleza completamente insignificante, y por lo tanto inconsecuente. En cualquier profundidad de la experiencia humana es un sacrificio innoble. Una falsa mascara como esta, no puede ser aceptada como "cultura".

Pensad que en el pináculo de su prosperidad, los romanos antiguos se mintieron a si mismos en forma igualmente desvergonzada, cuando pegaron la arquitectura griega a su magnifico invento de ingeniera, el arco de mampostería, para cubrirlo decentemente. Los romanos también estaban tratando de ofrecer la escena o el gesto grandilocuente exigido por la cultura. En aquella época, el arco romano era comparable al mayor de todos los inventos científicos o de ingeniería de nuestra era de las máquinas, comparable especialmente a nuestra invención del acero. Similarmente, cualquier integridad que pueda tener en si misma cualquier solución al problema del rascacielos como una buena construcción de acero y vidrio, los nuevos materiales de nuestro tiempo, ofrecen grandes posibilidades. Pero en manos del moderno doctor-de-apariencias, se les ha hecho parecer, y no se les ha permitido ser. El lustre sofisticado del acreditado doctor, solo pone un brillo sobre su vergüenza. ¿Es posible que una farsa como esta sea verdaderamente nuestra propia elección civilizada?

Pero debido al descuido de toda norma noble, tal como la de una arquitectura orgánica, todo se esta perdiendo. Todo....se vende.

SI no fuese mas que un negocio, habría esperanza. Pero ese tampoco es el caso, excepto en lo que el anuncio competidor en cualquier forma resulta un buen negocio. La ética comercial ofrece una buena plataforma para la verdadera estética en esta era de las máquinas o en cualquier otra.

No, lo que hace tan trágica esta pretenciosa ignorancia es que hay un anhelo consciente, una generosidad, una prodigalidad en nombre del gusto y el refinamiento en casi toda ella. Si cayesen las mascaras, aunque pueda tratarse de un recurso temporario en si mismo, la fabricación-de-espacio-para-renta, en lo que llega al rascacielos, podría convertirse en una arquitectura genuina y ser hermosa como una normalización en acero, metales y vidrio.

Ahora tenemos medios razonablemente seguros para construir edificios tan altos como los deseemos, y hay muchos lugares y usos para ellos en cualquier aldea, pueblo o ciudad, pero especialmente en el campo. Si aprendiésemos a limitar esos edificios a sus lugares convenientes y a darles la integridad que merecen como una uniformación de acero y vidrio y cobre, tendríamos justos títulos para sentir por ellos un orgullo espiritual; nuestra sumisión a ellos no seria servil en ningún sentido.
Podríamos enorgullecernos genuinamente de ellos, con integridad cívica. El rascacielos podría encontrar infinita expresión en la variedad.... como belleza. Pero actualmente la gran ciudad como edificio se burla de esa integridad, Los artistas idealizan el edificio en sueños gráficos de tumbas gigantescas de las cuales la vida ha huido - o debe huir- o en las cuales la humanidad entra para parecer. ¿Monstruosidades inhabitables? ¿Una locura que nos invita a admirar?
Desde cualquier punto de vista humano, la super-concentracion del rascacielos es una super-imposición que no vale su precio humano.

Es imposible no creer que, por necesidad, la horizontalidad y la libertad de la nueva belleza reemplazaran eventualmente a la oportuna verticalidad y las restricciones sin sentido. Y si esta meta no se puede alcanzar en la ciudad, si no encuentra lugar allí, tomara el lugar de la ciudad. Ahora la anchura es posible y preferible a la verticalidad y al vértigo, desde cualquier punto de vista humano o inteligente. El transporte y la transmisión eléctrica han convertido la amplitud de espacio en una ventaja mas para el hombre, ¿o de lo contrario que significa para el ser humano el poder de la máquina? En toda la historia de la vida humana sobre la tierra, la anchura, la conciencia de la libertad, el sentido del espacio apropiado a la libertad, resultan preferibles para vivir, a la altura, en utilidad y la belleza que le conceden a la humanidad.

¿Por que entonces el comercio, alma de este gran, cruda y joven nación, tiene una apremiante necesidad de capitalizar aun mas y explotar los rudimentarios instintos animales de la raza sobre la que medra, o necesita simular lo pintoresco, como el proverbial lobo disfrazado de cordero, en Nueva York o en cualquier otra parte?
En cuanto a la belleza, la uniformación y su cruel pero honesto instrumento, la máquina, dotadas de una técnica comprensiva y evolucionada, podrían hermosear a nuestra propia civilización en un sentido nuevo y más noble. Estos elementos mecánicos, ineptos, impotentes, tan crueles por si mismos, tienen incalculables posibilidades de belleza. A pesar de los abusos prevalecientes y gananciosos, la uniformidad y la máquina están aquí para servir a la humanidad. Por desprestigiadas que estén, la imaginación humana podrá usarlas como medios de mas vida, una vida mejor para la comunidad. ¿Entonces, por que habrá de eludir o ignorar el arquitecto como artista las posibilidades humanas, para convertirse en el asalariado de cualquiera.... por un beneficio? ¿Y si trabaja por su cuenta, por que tiene que estar dispuesto a rendir tributo a dioses falsos, solo para satisfacer el gusto inseguro de un periodo transitorio, o aun su propio gusto "superior"?
Hoy todos los rascacielos han sido aguzados a un punto, y generalmente ese punto es una chimenea humeante. Silban, resoplan, amarran dirigibles, ondean banderas o simplemente aspiran, y sin embargo se parecen mucho entre si en todos los puntos. Compiten, se hacen más pintorescos, y son todos iguales.

Pero no se materializan como arquitectura. Vacíos de todo otro significado, vistos de lejos parecen atontados por una parálisis. Son monótonos. Ya no asombran o divierten. La verticalidad ya esta viciada, el vértigo ha dado paso a la náusea; la perpendicularidad ha cambiado por corrugaciones de varios tipos, algunas completamente transversales, otras transversales a los costados con perpendicularidad en el centro, y sin embargo siempre todas "ensobradas". Los tipos de sobre reiteran cansadamente la norma artificial, o esta les es impuesta para obtener mayor efecto, con alguna u otra desviación sin significado, como en el Edificio Chrysler.

La luz que brilló en el Edificio Wainwright como promesa tembló débilmente y se esta apagando. La arquitectura del rascacielos no es más que una cuestión de una torpe imitación de un sobre de hormigón para un esqueleto de acero. No tienen vida propia, no tienen vida para dar, porque no la reciben de la naturaleza de la construcción. No, ninguna. Y o tienen ninguna relación con lo que los rodea. Completamente bárbaros, se levantas sin consideraciones a su vecindario o entre ellos, excepto para ganar la carrera u obtener el inquilino. El espacio como elemento psíquico de la ciudad norteamericana ha desaparecido. Este delicado sentido ha sido reemplazado por la restricción de la altura y la estrechez. La envoltura del rascacielos no es ética, ni hermosa, ni permanente. Es un ardid comercial, o un simple recurso. No tiene un ideal más alto de la unidad, que el éxito comercial.

[texto. Frank Lloyd Wright] [sitio. Fundación Frank Lloyd Wright]