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Que la globalización supone un nuevo escenario para la práctica de la arquitectura es un argumento obvio. Pero, en este caso, me interesa pensar la globalización relacionada con el núcleo duro de nuestra actividad: el proyecto.
1. Las visiones "internacionalistas" del pasado siglo eran visiones globales, generales: Siegfried Giedion y toda la escuela contemporánea hablaban de lo común amparado en el Zeitgeist; Philip Johnson y H. Russell-Hichcock lo hacían en función del "estilo".
Ninguna de estas pretensiones es ya pertinente.
La escena contemporánea es comparable a un paisaje: múltiples experiencias diversas interrelacionadas. La resultante es una suma vectorial de fuerzas. Los vectores son individuales e influyen, en mayor o menor medida, en el balance provisional final.
"La globalización supone una comunicación de índole nueva que no funcione sobre la base de las semejanzas, sino de las diferencias: una comunicación de singularidades".
2. La disyuntiva global-local se corresponde, en el ámbito físico, con la dialéctica entre lo genérico y lo específico: lo genérico como punto de llegada de las presiones de la globalización, entendidas como homogeneización, y lo específico como expresión de lo singular.
La mejor tradición de la arquitectura europea contemporánea supone la construcción del proyecto como fruto de una inteligencia específica, una tarea a la que el despliegue de la globalización confronta a nuevos retos e interrogantes, es decir, a nuevas oportunidades de proyecto.
Sería demasiado pesimista (y por tanto ingenuo) deducir que el mundo globalizado implica un escenario arrasado por la homogeneidad.
En la globalización debe proponerse un nuevo proyecto específico.
3. Centro y periferia.
El dibujo anterior representaba a la ciudad, al territorio, como una suma de círculos que irradiaban desde un centro.
La energía disminuía según nos alejábamos de él.
El último círculo especializado señalaba un límite entre el interior y el exterior.
El diagrama ya no es éste, sino una red situada en el espacio donde los flujos son densos y relativamente homogéneos. Entre ellos hay unos agujeros, algunos de ellos peligrosos: los agujeros negros de la globalización, lugares al margen y en creciente decadencia.
Aunque dentro de la red nos encontramos con "un mundo superficial. a cuyo centro puede llegarse inmediatamente desde cualquier punto de su superficie".
4. "No nos falta comunicación, al contrario, tenemos demasiada. Lo que nos falta es creación. Nos falta resistencia al presente".
En la globalización, la arquitectura debe suponer una fuerza de rozamiento que haga que las presiones globalizadoras (básicamente inmateriales) adquieran consistencia y sentido.
Entre las fuerzas de la globalización que conducen a lo genérico se insiste en el carácter cerrado, autónomo y protegido del proyecto. La arquitectura debe operar contra estas premisas: debe intentar abrir, conectar y exponer. En la globalización la arquitectura debe operar contra.
5. La esencia de la globalización es inmaterial y virtual. La arquitectura, ahora, debe ser real. En estos momentos, lo material es una conquista, es decir, supone la existencia de una batalla a ganar.
6. La arquitectura, en su compromiso intelectual con el mundo físico, es, quizá, una de las últimas actividades que pueden aspirar a monumentalizar y dar sentido a lo arcaicamente evidente. Me refiero al mundo de las sensaciones y del contacto primigenio con el cosmos y sus fuerzas (agua, sol, gravedad, viento, tierra, etc.). Sin arquitectura, reducidas a la pura experiencia ficticia.
[texto.Josep Lluis Mateo] [sitio. josep lluis mateo]
Que la globalización supone un nuevo escenario para la práctica de la arquitectura es un argumento obvio. Pero, en este caso, me interesa pensar la globalización relacionada con el núcleo duro de nuestra actividad: el proyecto.
1. Las visiones "internacionalistas" del pasado siglo eran visiones globales, generales: Siegfried Giedion y toda la escuela contemporánea hablaban de lo común amparado en el Zeitgeist; Philip Johnson y H. Russell-Hichcock lo hacían en función del "estilo".
Ninguna de estas pretensiones es ya pertinente.
La escena contemporánea es comparable a un paisaje: múltiples experiencias diversas interrelacionadas. La resultante es una suma vectorial de fuerzas. Los vectores son individuales e influyen, en mayor o menor medida, en el balance provisional final.
"La globalización supone una comunicación de índole nueva que no funcione sobre la base de las semejanzas, sino de las diferencias: una comunicación de singularidades".
2. La disyuntiva global-local se corresponde, en el ámbito físico, con la dialéctica entre lo genérico y lo específico: lo genérico como punto de llegada de las presiones de la globalización, entendidas como homogeneización, y lo específico como expresión de lo singular.
La mejor tradición de la arquitectura europea contemporánea supone la construcción del proyecto como fruto de una inteligencia específica, una tarea a la que el despliegue de la globalización confronta a nuevos retos e interrogantes, es decir, a nuevas oportunidades de proyecto.
Sería demasiado pesimista (y por tanto ingenuo) deducir que el mundo globalizado implica un escenario arrasado por la homogeneidad.
En la globalización debe proponerse un nuevo proyecto específico.
3. Centro y periferia.
El dibujo anterior representaba a la ciudad, al territorio, como una suma de círculos que irradiaban desde un centro.
La energía disminuía según nos alejábamos de él.
El último círculo especializado señalaba un límite entre el interior y el exterior.
El diagrama ya no es éste, sino una red situada en el espacio donde los flujos son densos y relativamente homogéneos. Entre ellos hay unos agujeros, algunos de ellos peligrosos: los agujeros negros de la globalización, lugares al margen y en creciente decadencia.
Aunque dentro de la red nos encontramos con "un mundo superficial. a cuyo centro puede llegarse inmediatamente desde cualquier punto de su superficie".
4. "No nos falta comunicación, al contrario, tenemos demasiada. Lo que nos falta es creación. Nos falta resistencia al presente".
En la globalización, la arquitectura debe suponer una fuerza de rozamiento que haga que las presiones globalizadoras (básicamente inmateriales) adquieran consistencia y sentido.
Entre las fuerzas de la globalización que conducen a lo genérico se insiste en el carácter cerrado, autónomo y protegido del proyecto. La arquitectura debe operar contra estas premisas: debe intentar abrir, conectar y exponer. En la globalización la arquitectura debe operar contra.
5. La esencia de la globalización es inmaterial y virtual. La arquitectura, ahora, debe ser real. En estos momentos, lo material es una conquista, es decir, supone la existencia de una batalla a ganar.
6. La arquitectura, en su compromiso intelectual con el mundo físico, es, quizá, una de las últimas actividades que pueden aspirar a monumentalizar y dar sentido a lo arcaicamente evidente. Me refiero al mundo de las sensaciones y del contacto primigenio con el cosmos y sus fuerzas (agua, sol, gravedad, viento, tierra, etc.). Sin arquitectura, reducidas a la pura experiencia ficticia.
[texto.Josep Lluis Mateo] [sitio. josep lluis mateo]