Podemos describir nuestras ciudades como fragmentos discontinuos de corteza artificial dispuestos entre la atmósfera y la corteza terrestre, entenderlas como mantos tecnificados de espesor variable construidos por nosotros mismos a nuestra propia medida. Permitirnos imaginar las ciudades en estos términos nos invita a ensayar nuevas miradas sobre la sección de las mismas y a descubrir cuanto su proceso de planificación y regulación ha segregado hacia los extremos de su espesor construido las infraestructuras destinadas a servir al núcleo habitable de la nueva corteza.
Pero si atendemos a como son sistemáticamente explotadas para fines insospechados las infraestructuras superficiales de los núcleos urbanos más densos, descubriremos que aún se encuentran en estado de latencia aquellas infraestructuras “invisibles” dispuestas a varios metros bajo nuestros pies y sobre nuestras cabezas.
Pero si atendemos a como son sistemáticamente explotadas para fines insospechados las infraestructuras superficiales de los núcleos urbanos más densos, descubriremos que aún se encuentran en estado de latencia aquellas infraestructuras “invisibles” dispuestas a varios metros bajo nuestros pies y sobre nuestras cabezas.
[texto. Marcelo Faiden y Sebastián Adamo] [imagen. de De pies a cabeza Buenos Aires] [sitio. adamo-faiden]